Cuando yo era niña, y una de los cuatro hijos Swindoll, la gente a menudo daba por sentado que nuestro hogar era una especie de hábitat espiritual tranquilo, como si debatiéramos teología, ayunáramos, y tarareáramos suavemente himnos como diversión en familia. La verdad es que la familia Swindoll funcionaba como la mayoría de familias. Siempre había platos que lavar, calcetines que emparejar (nunca dos del mismo color), conflictos que resolver, animales que dar de comer, instrumentos musicales en los cuales practicar y una cochera que continuamente acumulaba cachivaches. Nuestras vidas tenían mucho ruido y abundantes risas, pero también sufríamos la tragedia de corazones rotos y temporadas de tristeza. Nosotros, también, conocimos la invasión inesperada e indeseada del profundo dolor, la oscura traición y circunstancias difíciles. Esto es simplemente resultado de una vida que se vive en un mundo saturado por el pecado.
A veces sonrío al pensar en las percepciones inexactas de la gente respecto a mi familia. Lo que no es divertido, sin embargo, es cuando los miembros de la familia de Dios tienen expectativas irreales y creencias falsas en cuanto a lo que la vida debería ser en la familia de Dios. Esas falsas creencias a menudo son la raíz de conflictos y perplejidades espirituales. Si usted le ha preguntado a Dios “¿Por qué?” o ha pensado Nunca esperé esto —o ha puesto en tela de duda la bondad, fidelidad, justicia o bondad de Dios— es esencial, he aprendido, que examine sus expectativas. ¿Por qué? Porque todos tenemos presuposiciones y creencias en cuanto a la vida cristiana.
Como hija de predicador, se me enseñó la naturaleza incambiable de Dios, Sus promesas, Su perdón, y, mejor que nada, Su gracia. También aprendí la verdad de la Palabra inspirada de Dios, incluyendo pasajes difíciles tales como 1 Pedro 2:21:
Pues Dios los llamó a hacer lo bueno, aunque eso signifique que tengan que sufrir, tal como Cristo sufrió por ustedes. Él es su ejemplo, y deben seguir sus pasos. (NTV)
Todo esto era cierto, lo sabía . . . mentalmente. Pero, sin darme cuenta, también me aferraba a expectativas irreales y creencias falsas en cuanto a la vida placentera, feliz, de los buenos cristianos. Cuando las cosas empezaron a desbaratarse en mi vida adulta, mi cuadro de la vida cristiana serena no encajaba en mis realidades diarias. En el 2005, perdí mi oído casi por completo. Ese mismo año, cuatro o cinco complicaciones muy debilitadoras se añadieron al diagnóstico previo de autismo de mi hijo y a sus discapacidades que retardaban su desarrollo. Lentamente, mis falsas creencias en cuanto a Cristo se evaporaron como polvo en un viento seco.
Después de años de perplejidad espiritual, dejé de luchar con Cristo por el control de mi vida. En humilde sumisión, acepté a Cristo como realmente es: Señor sobre todo aspecto de mi vida. Sumisa, experimenté la presencia sustentadora de la misericordia, gracia y paz de Dios . . . y acepté que esa nueva realidad incluía adversidad y sufrimiento. Había pasado muchos días de angustia, preguntándome “¿por qué?” Pero una vez que me rendí por completo a la soberanía de Dios, empecé a reemplazar esa pregunta con otra: “Señor, ¿con qué propósito?”
Amigo y amiga, puede ser que allí es donde usted está en su relación con Cristo. Dejar a un lado las falsas nociones de la vida cristiana y abrazar a Cristo como Señor afectará profundamente su vida. Como me pasó a mí, su vida atravesará un cambio revolucionario cuando usted aprenda a convertir la actitud acusadora que a menudo se esconde detrás de la pregunta de “¿por qué?” en un espíritu sumiso y enseñable. Le animo a que cada vez que su vida no llene sus expectativas, le pregunte a Jesús: “Señor, ¿con qué propósito has traído Tú esta aflicción, este accidente trágico, esta horrible pérdida, este diagnóstico incambiable, este hijo con discapacidades a mi vida? ¿Qué es lo que tengo que aprender?” El sufrimiento es un profundo misterio. Hacer esta pregunta no quiere decir que las respuestas de repente serán claras, o que la situación cambiará . . . pero su corazón y su perspectiva cambiará. A mí me ayuda recordar que Dios nunca le dio al sufriente Job las respuestas que él pedía. Más bien, Job halló más de Dios.
Por más de 25 años, el ministerio de Visión Para Vivir ha ayudado a las personas a crecer para entender el propósito y plan de Dios para sus vidas, según se revela en Su Palabra. Con ese propósito, hemos formado un equipo de Ministerios de Necesidades Especiales, específicamente para quienes sufren de algún diagnóstico, discapacidad, o incapacidad, y que luchan por hallar esperanza. Mis padres me han pedido que asuma la dirección para ayudar a otros que han encontrado grandes dudas espirituales como resultado de un dolor que parece no tener sentido. Si usted o alguien a quien usted conoce necesita esperanza para soportar, o seguridad para comprender el propósito de Dios, por favor póngase en contacto con Visión Para Vivir. Hay tremenda esperanza disponible para los que han perdido su camino en el laberinto de expectativas y preguntas irreales.