Las presiones de la vida nos abruman. Muchas personas trabajan más de sesenta horas a la semana. La cantidad de dinero en nuestras cuentas bancarias apenas nos alcanza. Los hijos, con su interminable energía, demandan mucho de nosotros. No creo que haya uno de nosotros que pueda decir que no sabemos lo que es estar cansado.
El profeta Miqueas, nos da tres consejos prácticos que nos pueden guiar durante esos días llenos de presión. Miqueas enseña que Dios espera que Su pueblo, haga justicia, ame la misericordia y se humille ante su Dios. La mayoría de los personajes más reconocidos de la Escritura demostraron esas cualidades en sus vidas. Analicemos algunos de ellos.
Hacer justicia
Considere al apóstol Pablo. Aun cuando se encontraba encadenado entre dos guardias romanos; aun cuando fue acusado falsamente y aun cuando sabía que sus jueces tenían un carácter moral claramente reprensible, él decidió hacer lo correcto y hablar la verdad en amor. En frente de sus interrogadores, Pablo reveló su pasado sangriento y nunca trató de excusarlo. Durante sus audiencias, mostraba la realidad de su vida antigua.
Pero Pablo no se quedó recordando el pasado. Él relató su encuentro con el Cristo viviente, que lo llamó a una nueva vida. Aquel Pablo que una vez dirigía las persecuciones en contra de los cristianos, ahora dedicaba su vida a proclamar el evangelio (Hechos 26:12-16). Pablo se aferró poderosamente a la directriz de Miqueas de hacer lo correcto aun en medio de una audiencia hostil.
Amar misericordia
Una de las historias más elocuentes de la Biblia, es la historia de José. Sus hermanos, cansados de sus visiones de grandeza, lo tiraron a un pozo, lo vendieron como esclavo y le dijeron a su padre que su hijo favorito había muerto (Génesis 37). Eso sí es una familia disfuncional, ¿no es cierto? Durante los siguientes años, José pasó por varios altibajos. Pasó de ser un esclavo en Egipto a uno de los supervisores más importantes de la región. De una prisión a ser el segundo en jefe (Génesis 39-41).
Y cuando los hermanos de José viajaron a Egipto buscando alimento durante una hambruna, José pudo haberse vengado por lo que ellos le habían hecho. No obstante les proveyó comida y un lugar en donde pudiesen estar mientras pasaban los años de hambre. José comprendió que Dios le envió a Egipto para sostener a su familia durante la hambruna y por ello extendió su misericordia (Génesis 45:5-8 al 50:20). Eso sí es misericordia.
Humillarse ante Dios
Mientras David se encontraba viviendo con su familia, una familia de pastores, aprendió la humildad. La aprendió quizás cuando tuvo que depender del Señor para que le liberara de Goliat. O cuando huía del rey Saúl. O quizás después de esas victorias militares que fueron posibles solo porque Dios obraba en su vida. No lo sé. Lo que sí sé es que la verdadera humildad le costó mucho más a David.
En el Salmo 51, encontramos a un David contrito y humillado. David se encontraba arrollado por el cataclismo del fracaso y allí fue donde aprendió una lección de humildad. Cuando se encontraba en el nivel más bajo de su vida se dio cuenta de que necesitaba la gracia, la limpieza y la renovación de Dios. David aprendió a humillarse ante Dios.
Las vidas de estos personajes inspiran nuestros corazones y nos impulsan a actuar. Y no sólo ellos, Ester se humilló a sí misma para poder salvar a su pueblo. Job descansó en la soberanía de Dios en medio del sufrimiento. Elías hizo lo que era correcto en medio de una gran oposición. Y Moisés oró por la misericordia de Dios en nombre de su pueblo.
Los principios detrás de las palabras de Miqueas permean nuestras vidas. Y a pesar de su antigüedad, esos ejemplos continúan siendo muy prácticos para nosotros, hoy. Cuando las presiones de la vida le ataquen de frente, apóyese en estos principios prácticos y aprenda de estos personajes, mientras crecemos espiritualmente.