El poema puede ser risible, pero es verdad. Cuando la radio se llena con cantos de Navidad, “nuestros cantos,” la mayoría de personas los oyen como el anuncio para que los compradores enciendan sus motores. Nos preguntamos: ¿Cómo pueden todas estas personas oír los villancicos en sus coches al conducir a los centros comerciales y al deambular por los almacenes y no comprender que Cristo vino para salvarlos de sus pecados?
Pero, ¿deberíamos en realidad sorprendernos que las masas en los centros comerciales se pierdan el mensaje de Navidad, a pesar de la música? La Biblia es clara: “el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos” (2 Corintios 4:04), y les embotó los oídos. La pregunta de cómo el mensaje del nacimiento de Cristo, como proclaman las canciones, se pierde en el ajetreo de Navidad no es para los que nunca se han arrodillado y contemplado profundamente el pesebre para ver la sombra de la cruz ensombrecer la cara de Dios. La pregunta es para los que lo han hecho. ¿Cómo es que oímos las gloriosas cadencias que proclaman la Natividad del Salvador sólo como un llamado para ir de compras, cocinar, decorar, cuando se supone que son un llamado para adorar, y reflexionar en el misterio de la encarnación: Dios haciéndose hombre? Si esperamos que los que nos empujan al pasar en el alocado frenesí para terminar sus compras realmente escuchen la letra de los villancicos, tal vez deberíamos destapar nuestros oídos espirituales y oír de nuevo. ¿Cómo podemos hacer eso? Estas son un par de ideas: Primero, confiese su propia tendencia de ser como Marta —su ajetreo al ir de compras, planear fiestas de Navidad, y decorar— que le hace perder la misma razón para la celebración, la venida de Emanuel (Lucas 10:40-42). Segundo, comprométase a andar con un poco más de calma y volver a enfocar su mente, emociones y alma en Cristo: “Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios” (Salmo 46:10, NVI). Una manera de hacer esto, antes de que abra los regalos, es reunir a la familia en su sala la nochebuena o el día de Navidad para leer el relato de Navidad, cantar villancicos y agradecerle a Dios por el regalo más grande de todos: Jesús. Y si quiere ayudar a su familia y amigos para que en realidad oigan estos cantos, pídale al Señor que le dé una oportunidad de explicarles en forma sencilla la razón por la que Dios se hizo hombre (Colosenses 4:3-4). Tal explicación tal vez les conduzca al mejor regalo que ellos jamás recibirán y les dará más que una razón para escuchar. Les dará una razón para cantar. Derrick G. Jeter es graduado del Seminario Teológico de Dallas y sirve como escritor en el Departamento de Ministerios Creativos de Insight for Living.Read More from Carlos A. Zazueta
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Recordar las cosas que son importantes
El suelo cultural sobre el que la familia tradicional se asienta se ha vuelto un terreno suave e inseguro. Independientemente de las arenas movedizas del tiempo y las costumbres sociales, el diseño original de Dios para la familia comienza con el establecimiento de una base sólida: el matrimonio de un hombre y una mujer para toda la vida. Una vez que estas bases estén firmemente establecidas, es necesario construir seis columnas importantes que fortalecerán a toda familia, a fin de poder resistir la erosión causada por la influencia de la cultura de nuestro tiempo.