El balido de las ovejas y las pisadas de los presentes llenaban el templo. Con tres toques de trompeta los sacerdotes anunciaron el comienzo de los sacrificios de la Pascua. Los presentes respondieron a los salmos de los sacerdotes con “Aleluyas,” conforme cada hombre ofrecía a Dios el sacrificio por su familia. Cuando el discípulo Juan puso el cuchillo sobre el cuello del cordero que había traído, pensó: “Ese debería ser yo.” Como un rápido movimiento de la mano, el balido del cordero cesó, y Juan contempló como la sangre caía en el tazón que sostenía el sacerdote. El sacerdote vació el tazón en la base del altar, aumentando el olor de sangre que ya flotaba en el aire.
La Pascua Final de Cristo
¿Por qué había que sacrificar un cordero en la Pascua? El festival judío tenía el propósito de recordar y contar de nuevo la experiencia del éxodo de Israel de Egipto. El cordero sacrificado esa tarde habría de ser el plato principal para la cena pascual, representando el precio pagado por la protección de Israel y su redención de Egipto. Dios había pasado por encima de los hogares de aquellos hebreos que habían aplicado a los dinteles y umbrales de sus puertas la sangre del cordero (Éxodo 12:12-27). Con el cordero, los judíos también comían pan sin levadura y hierbas amargas, recordando la agonía de la esclavitud en Egipto, y los alimentos que Dios había provisto para ellos durante el éxodo (12:39). Al participar del Cordero sacrificado, los hebreos no sólo recordaban, sino también repetían a otros el relato de la Pascua.
Sin embargo, la noche en que Juan participó del cordero pascual con Jesús y los demás discípulos, las cosas cambiaron. Aunque la costumbre judía prohibía que se comiera algo después de la comida pascual, Jesús se separó claramente de la tradición. Tomó el pan, dio gracias, y les dijo a los discípulos: “Tomen y coman. Esto es mi cuerpo” (véase Marcos 14:22). Juan participó junto con los demás, y luego Jesús tomó la tercera de las cuatro copas de vino que tradicionalmente se utilizaban durante la Pascua, la “copa de la redención.” Para sorpresa de Juan, su Rabí dijo: “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada” (14:24). La cuarta copa tradicional, la “copa de consumación”, quedó sin tocarse. Jesús explicó: “No beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios” (14:25).
Al recordar y repetir la Pascua hebrea, Cristo acató lo requerido por la ley, pero transformó y completó el significado del cordero, el pan y el vino. Sin embargo, una cosa siguió siendo la misma: La necesidad de un sustituto como sacrificio en lugar del pecador culpable.
Cristo Nuestra Pascua
Al día siguiente, vejaron a Jesús y lo ejecutaron en una cruz. Para los que contemplaban el episodio, el asesinato no tenía ningún sentido, pero desde la perspectiva de Dios, ese sacrificio pagaba por completo el costo de la redención. Isaías había profetizado que, como cordero llevado al matadero, el Mesías sería traspasado por nuestras transgresiones, y el castigo que nos merecíamos caería sobre él (Isaías 53:5-7). Pablo dijo que Cristo mismo es el Cordero pascual, sacrificado por nuestros pecados (1 Corintios 5:7). Todo el que considera los sufrimientos de Cristo debería sentir el acoso de estas palabras: “Ese debería ser yo.”
La Biblia dice que todos hemos pecado y merecemos un solo castigo: la muerte. La sangre, hedor y balidos de los sacrificios de animales recordaban a los israelitas del Antiguo Testamento a diario la paga del pecado y el costo de la redención. Pero Pablo nos dice las buenas noticias que vienen por medio de Cristo, el Cordero de sacrificio pascual que murió para perdonar todos nuestros pecados: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
Haga de Cristo su Pascua
En el Antiguo Testamento recordar quería decir mucho más que simplemente pensar; significaba responder con acciones específicas. Durante esta temporada de Pascua, ¿cómo va usted a recordar y a contar de nuevo el relato de la Pascua de Cristo?
Tal vez su iglesia celebre un culto especial de recordación, participando de la Cena del Señor, o volviendo a narrar lo que sucedió el Viernes Santo y el Domingo de Resurrección mediante música o drama. Tal vez ustedes tengan una tradición familiar especial que gira alrededor de Cristo y su pago final del pecado como Cordero inmaculado de Dios. Hay muchas grandiosas oportunidades para que usted recuerde y vuelva a contar el episodio mediante pasajes bíblicos y conversaciones específicas durante la semana Santa.
Como los hebreos durante la Pascua, su propia expresión tangible de recordación y narración alejará su corazón de vestidos nuevos y golosinas o comidas especiales, y lo dirigirá hacia la sangre limpiadora del Cordero, “porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7). Este año concentre sus pensamientos y acciones en el verdadero significado de la Pascua, aplicando la sangre de Cristo a los postes y umbrales de su vida con la actitud apropiada: “Ese debería ser yo.”
Adaptado de Michael J.
Svigel y Suzanne Keffer, “This Should Be Me,” Insights (marzo 2005):
1-2. Copyright © 2005 por Insight for Living. Reservados mundialmente todos los
derechos.