Lea Ester 2:10-20.
Cuando Dios busca en la tierra líderes potenciales, no busca ángeles en carne humana. Con certeza no anda en busca de personas perfectas, puesto que no hay ninguna. Busca hombres y mujeres como usted y como yo, meros individuos de carne, huesos y sangre. Pero también busca en esas personas ciertas cualidades, como las que halló en Ester.
¿Qué vio Dios en Ester? Ester mantuvo siempre un espíritu enseñable. Nuestra necesidad más aguda es cultivar una buena disposición para aprender y mantenerse enseñable; aprender de los hijos, aprender de los amigos; aprender incluso de nuestros enemigos.
Ester sigue siendo un reluciente ejemplo para las mujeres de hoy. Algunas mujeres son maestras con gran talento. Pueden tener la capacidad de pararse ante un grupo y abrir las Escrituras. Otras se distinguen en cargos públicos. Algunas han viajado ampliamente o se han educado muy bien. Pero, permítame preguntarle: ¿ha cambiado eso su capacidad de dejarse enseñar? ¿Está usted, como Ester, todavía dispuesta a escuchar y aprender de otros?
La palabra hebrea que a veces se traduce “instruido” indica que el individuo es enseñable. Sin que importe cuán rápido nos llegue la promoción, o cuán alto se nos exalte, nunca debemos perder nuestra capacidad de ser enseñables. Nunca alcanzamos el nivel en donde estemos por encima de la crítica y ya no necesitemos la opinión de otros.
Esther hizo todo lo que Mardoqueo le dijo como había hecho cuando estaba bajo su tutela (Ester 2:10-20). Se presentó ante el rey por una razón: porque sabía que la mano de Dios estaba en su vida, y mediante las circunstancias y la sabiduría de Mardoqueo, había llegado a ese lugar por una razón.
Recuerde que a estas alturas Ester tendría tal vez unos 20 años, o incluso tal vez menos. Esta era la oportunidad de toda una vida para obtener lo que fuera que deseara. Más bien, permaneció fiel a lo que se le había enseñado y acató que el consejo de Mardoqueo, convencida de que él sabía lo que era lo mejor para ella.
Ester no sucumbió a las tentaciones que la rodeaban: superficialidad, egoísmo, seducción y egocentrismo. Ella sabía quién era. Sabía de dónde venía. Para usar una de mis expresiones favoritas: las tenía todas consigo.
Francamente, estoy convencido de que Ester se presentó ante el rey sin temor porque no tenía ninguna ambición acendrada de ser reina. De nuevo, sabía que la mano de Dios estaba en su vida. Si a él le agradaba que ella tuviera en ese punto, y si todo era parte del plan divino, entonces ella lo aceptaría de buen grado. Si no, de buen grado lo dejaría todo. Ella fue modesta en cuanto a su propia persona, fue auténtica, y era enseñable.
¿Qué es lo que Dios busca? Busca hombres y mujeres cuyos corazones sean por completo de él; por completo. Dios da tareas extraordinarias a personas ordinarias para revelar su fidelidad. ¿Anhela usted agradarle con sus acciones? ¿Se preocupa por los motivos detrás de sus acciones? ¿Desea su corazón agradar a Dios? ¿Es usted enseñable?
Adaptado de Charles R. Swindoll, Great Days with the Great Lives (Nashville, Tenn.: W Publishing Group, división de Thomas Nelson Publishers, 2005), 102, 119, 196-197.